Esta leyenda oriental, situada entre los siglos XIV y XVI, está considerada como uno de los orígenes del Jiu-Jitsu y del judo. Existen diferentes versiones y muchas referencias a ella en los libros de judo.
Cerca de Nagasaki vivía un médico y filósofo llamado Shirobei Akyama, que estaba convencido que el origen de las enfermedades humanas era la mala utilización del cuerpo y del espíritu. Este precursor de la medicina psicosomática partió hacia China donde se decía que las técnicas terapéuticas hacían maravillas.
Vuelto a Japón, Shirobei Akyama enseñó a algunos discípulos una veintena de técnicas de reanimación y tres o cuatro ataques sobre puntos vitales. Había comprendido el principio positivo de la filosofía del tao, así como sus aplicaciones prácticas en medicina y en la lucha. Al mal, se opone el mal, a la fuerza, la fuerza. Pero, ante una enfermedad difícil de definir o muy poderosa (o un adversario muy fuerte), los principios chinos no tenían respuesta. Los discípulos del médico se descorazonaron y le abandonaron. Akyama, perplejo, se retiró a un pequeño templo y se impuso una meditación de cien días.
Una mañana que nevaba abundantemente, Akyama paseaba por el jardín del templo. Iba escuchando los crujidos de las ramas de los cerezos, doblegados por el peso de la nieve. Luego, vio un sauce al borde del río. El peso de la nieve curvaba sus ramas, pero la flexible madera se liberaba entonces de su carga de nieve y volvía a recuperar su posición inicial. ¡Fue como una iluminación!
A lo positivo hay que oponer su complemento: lo negativo. A la fuerza, hay que reaccionar con la flexibilidad. Si un atacante os empuja, no opongáis con vuestra fuerza, ya que si la suya es superior nos arriesgamos a ser derrumbados. A la fuerza del empuje ceded rápidamente con un súbito e inesperado retroceso. Vuestro adversario habrá hundido una puerta abierta y, desequilibrado, caerá a vuestros pies.
Si, por el contrario, un adversario tira de vosotros hacia él, no os mantengáis tirantes en una vana resistencia. Abalanzaos en el sentido de su tracción y, entonces, aprovechad de su desequilibrio para derribarle sin un gran esfuerzo.
Esta leyenda explica el principio fundamental en el que se basa el Judo: "Chikara no ôyô" o utilización del la fuerza. Este es uno de los fundamentos principales de Judo y explica el principio de la no resistencia, es decir, servirse de la fuerza del rival para vencerle.
Por ejemplo, si Uke tira de nosotros, le empujamos. Si Uke nos empuja, tiramos de él.
Este principio puede ser aplicado en todas direcciones y su utilización precisa una acción coordinada de todo el cuerpo, además del desplazamiento.
Esto que parece tan sencillo es la esencia misma de nuestro Deporte, y conseguir realizarlo de forma eficaz es una labor de muchos años de práctica, de tal forma que cuando se logra, dentro de nosotros notamos la gran sensación de saber lo que es realmente JUDO.
Siguiendo este concepto en el que se basico, el término Judo, es formado por dos vocablos "Ju" que se puede traducir como "suave", "flexible" o "gentil" y "Do" que significa "camino". Así pues, podemos traducir "Judo" como "camino de la flexibilidad"; "camino de la suavidad"; "camino de la no resistencia" o "camino gentil".
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